Datos históricos y espíritu de los fundadores
Cuando en el año 1903 en Altagracia de Orituco (Guárico - Venezuela), una junta de Caridad, presidida por el cura Párroco , decidió abrir el “hospital San Antonio” para poner remedio a los incontables males que padecía la región como saldo de la llamada “Revolución Libertadora”, un grupo de abnegadas jóvenes, siguiendo el ejemplo de
Susana Paz Castillo Ramírez (más tarde Madre Candelaria de san José), se ofrecieron como enfermeras para ponerse al frente del hospital y dispuestas a abrazar la vida religiosa.
Vieron finalmente colmados sus deseos el 31 de diciembre de 1910 con la emisión de los votos temporales en manos del Sr. Obispo de Calabozo (Guárico), Mons. Felipe Neri Sendrea, quien la aceptó como Congregación diocesana, siempre bajo la inmediata dirección del Dr. Sixto Sosa, entonces Cura Párroco de Altagracia de Orituco, y posteriormente Obispo de Ciudad Bolívar y Cumaná. Monseñor Sosa y Madre Candelaria de San José han sido siempre considerados como los Fundadores de la Congregación.
En un principio el Sr. Obispo diocesano dispuso que se observaran las Constituciones da las Hermanitas de los Pobres acomodadas para las Hermanitas de Altagracia, y más adelante Mons. Sixto Sosa les entregó unas “Reglas de Vida” propias, en las que, bajo el lema de “Dios es caridad” y “Mi Dios y mi Todo”, les indica como fin principal y específico de la Congregación: “Amar y servir a Dios, y al prójimo por amor a Él”. Aunque en un primer momento las Hermanitas empezaron a ejercer la caridad para con los enfermos en Hospital “San Antonio” y en otros Hospitales, muy pronto pensaron en no limitar a este campo el ejercicio de la caridad, sino extenderlo también a otras obras, como ancianatos, niñez abandonada, catequesis parroquial, enseñanza. “Nuestra misión es hacer el bien, escribía Madre Candelaria, y siempre tendremos personas aquí a quienes prestar nuestros humildes servicios”.

Notas características de la Congregación fueron también el espíritu de sacrificio y el espíritu misionero. Con su ejemplo y con sus palabras insiste la Santa Fundadora en
que las Hermanas “traigan el espíritu de sacrificio, que es el espíritu de esta Comunidad” en la imitación de Cristo Crucificado, que era su consuelo.
Quiere a las hermanas “con espíritu de verdaderas misioneras” pues en su obra y en su oración no buscaba otra cosa que la salvación de los hombres y
extender el reinado de Cristo en el mundo.
Circunstancias críticas para la Congregación, pero providenciales, movieron a los fundadores, atendiendo al ferviente deseo de todas las Hermanas, a pedir la agregación a la Orden del Carmen, siendo en efecto agregadas a ella como “Terciarias Carmelitas Reguladas” el 25 de marzo de 1925, de forma que cuando se pensaba que iban a dejar de existir, por la agregación a la Orden del Carmen recibieron nueva vida.
ESPÍRITU CARMELITANO
Los Carmelitas toman su origen de aquellos santos ermitaños penitentes o peregrinos que se establecieron “en el monte Carmelo, junto a la fuentes de Elías”, para vivir en obsequio a Cristo, como se inculca en la Regla recibida de San Alberto, Patriarca de Jerusalén, entre los años 1206 y 1214, se organizaron como comunidad religiosa alrededor de una capilla dedicada a la Santísima Virgen María, Madre de Jesús, considerándolo como especial patrona de la Orden; de ahí también el título de “Hermanos de la Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo” que se les dio a los Carmelitas.
Elementos primarios del espíritu carmelitano es la vocación a la interioridad y que nace en la Orden, sea de la inspiración Eliana profundamente impresa en el Carmelo, sea de la familiaridad de su trato espiritual con la Madre de Jesús.
La Virgen María y el profeta Elías, cada uno a su estilo, realizaron su vida animados por una fe viva en la presencia de Dios y en el hecho de que toda nuestra vida tiene en Dios su principio y su meta. De estos ejemplos ha intuido el Carmelo el mensaje de que la vida humana sólo llegará a su plenitud en la medida en que aceptemos totalmente la realidad de Dios en nuestra existencia.
En la Virgen Santísima, Madre de Dios y prototipo de la Iglesia, por su pureza y la prontitud de ánimo con que se abrió a la fecundidad de la Palabra de Dios, el Carmelo encuentra la imagen perfecta de todo lo que anhela y espera ser. Por eso ha sido siempre considerada como Patrona de la Orden, “Madre y decoro del Carmelo”, fuente de inspiración en el orden de la fe, la esperanza y el amor, signo de su consagración a Ella y compendio de los beneficios de Ella recibidos, es el Escapulario.
Elías fue el profeta que buscó el rostro del Señor y cuya palabra ardía como una antorcha. De él heredó el Carmelo la pasión ardiente por el Dios vivo y verdadero, y el deseo de interiorizar su Palabra en el corazón para dar testimonio de su presencia en el mundo.
En consecuencia, el ideal de la Hermana Carmelita de Madre Candelaria se puede definir así:
a) Como Carmelita, buscar y vivir en la presencia de Dios, que Cristo mora entre nosotras, esforzándonos en ser testigos, mediante la caridad fraterna, la fe y la esperanza, de que Dios es todo en todos los hombres; consumiendo la propia vida en celo apostólico a semejanza del Profeta Elías; e imitando a la Virgen en su apertura a la Palabra de Dios y prontitud de ánimo para acogerla, interiorizarla y hacerla fecunda en su vida.
b) Como religiosa dedicada a una misión concreta de caridad cristiana y de promoción humana para responder a las necesidades de los tiempos en que vive, continuar la línea indicada por Monseñor Sixto Sosa y Madre Candelaria de San José, quienes estuvieron siempre abiertos a las necesidades de su tiempo, llevados de su espíritu verdaderamente apostólico y misionero.